Esta entrevista se ha publicado originalmente en CRÍTIC y en La Marea. Puedes leerla aquí

Antonio Turiel (León, 1970), doctor en Física Teórica, experto en oceanografía e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), acaba de publicar un nuevo libro, El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022), con prólogo de Yayo Herrero y epílogo de Jorge Riechmann. De acento decrecentista y colapsista, lleva años alertando sobre la crisis energética y el pico del petróleo y otras materias primas, y sus análisis son a menudo críticos, tanto con los defensores de los combustibles fósiles, como también con los de las energías renovables. Fuera de la academia, su blog The Oil Crash y su canal de Twitter se han convertido en una referencia para activistas ecologistas. Su libro Petrocalipsis, sobre el abismo postpetróleo, se convirtió en 2020 en casi un best-seller ecologista.

Hablemos del concepto “otoño de la civilización”, que aparece en el título del nuevo libro de artículos publicados en Ctxt con Juan Bordera. Explique el concepto: ¿Por qué otoño?

El otoño es la última etapa de la vida. Hasta el verano estuvimos creciendo: todo era fácil y abundante. Ahora esto se ha acabado. La civilización, tal como la entendemos hoy, está llegando a una fase crucial. Que nuestra civilización acabe puede querer decir que se adapte al nuevo escenario y, por lo tanto, aparezca una nueva cosa, o podría ser nuestro final tal como se han colapsado antes otras civilizaciones. Como decía Yayo Herrero, el invierno también podría ser una época de recogimiento hasta que llegara una nueva primavera. Pero, antes de eso, tenemos que superar una prueba. Los próximos años y décadas serán muy duros. Podemos prepararnos para pasar este invierno crudo, o sucumbiremos en invierno. Esta es la gran encrucijada.

“Estamos en el Siglo de la Gran Prueba”, dice siempre el filósofo y ecologista Jorge Riechmann.

Los científicos llevan tiempos avisando que las cosas son peores de lo que se reporta en los informes oficiales porque algunos gobiernos maquillan las conclusiones. La gran cuestión a decidir hoy en día ya no es qué hacer, sino cómo hacer la transición ecológica. Hoy se está intentando hacer una transición continuista, en la cual se intenta sustituir la energía fósil por una energía renovable eléctrica, suponiendo que esto se pudiera hacer.

Siguiendo con vuestra metáfora, ¿cuándo creen que se nos acabó el verano?

El verano acabó en 2008. El momento álgido de máximo esplendor de recursos sería en los años sesenta. ¡Ni nos preocupábamos por el futuro! Entonces empezaron a surgir las primeras tormentas como la guerra del Vietnam… y, sobre todo, la crisis del petróleo del 73 o la guerra entre Irán e Irak. A pesar de las advertencias del Club de Roma sobre los límites del crecimiento, nosotros seguimos adelante sin pararnos. Todo parecía que iba bien. Hasta… el 2008. Entonces todo el mundo vio que el sistema no podía seguir como hasta ahora, y todo estalló. Recordamos aquella crisis por las hipotecas subprime y todo eso, pero también fue una crisis energética, y fue el momento del pico de precios del petróleo, que llegó a 147 dólares el barril de Brent. Desde entonces, ya no hemos levantado la cabeza.

La tormenta perfecta nos llega después de la COVID-19: en plena pandemia, estallan todas las crisis, escasez de materias primas, récords de precio del petróleo y del gas, los alimentos se encarecen… y, el redoble final, la invasión en Ucrania con el enfrentamiento de fondo entre dos potencias nucleares.

Ahora están estallando las contradicciones que teníamos enterradas desde hacía muchos años. Ya teníamos muchos de estos problemas, pero los ignoramos. Científicos y organizaciones de la ONU llevan tiempo diciendo que estamos haciendo cosas insostenibles… pero las continuamos haciendo, y llega un momento en que la cosa se colapsa. Estos problemas se interpretaban como fenómenos aislados, pero están conectados. Y tienen su origen en una enfermedad: el problema de sostenibilidad del sistema capitalista, que nos aboca a la autodestrucción porque ha topado contra los límites biofísicos del planeta. Y este choque se manifiesta con la pérdida de biodiversidad, la escasez del agua, la degradación del medio ambiente, incluyendo el cambio climático, y el agotamiento de recursos naturales.

Y ahora… ¡la guerra! ¿En qué grado, en materia energética, dependemos realmente de Rusia?

Ni la Unión Europea ni tampoco los Estados Unidos pueden toser mucho a Rusia porque dependemos de ellos. El caso europeo es flagrante: el 45% del gas y el 30% del petróleo que importamos viene de aquel país. Pero, incluso en los Estados Unidos, el 22% del diésel que consumieron en febrero venía de Rusia… Y nuestras fábricas dependen de minerales que tienen los rusos, como por ejemplo el hierro, el aluminio, el titanio, el paladio… Por eso, Rusia se siente fuerte para hacer lo que hace. Y, por eso, a pesar de la retórica de nuestros dirigentes, nosotros no estamos en guerra contra Rusia y seguimos comprando gas, petróleo y todo lo que necesitamos de ellos.

Hay una frase del activista y pensador Luis González Reyes que creo que es clave para entender el momento: “Demasiadas cosas que parecían imposibles están pasando al mismo tiempo. ¿Estamos viviendo las primeras etapas del colapso”. ¿Está de acuerdo con él?

El colapso es un proceso, no es un acontecimiento instantáneo. Para explicar la caída del Imperio romano, se puede hablar del saqueo de Roma, o del último emperador romano; pero, en realidad, la caída fue un proceso que duró siglos. Pero nosotros vamos hacia un proceso de colapso más rápido, que puede durar décadas. Ahora estamos en un momento de procolapso: es decir, una situación que favorece el colapso, en lugar de mitigarlo o de retrasarlo. Las sociedades se colapsan porque se emperran en una idea equivocada: nuestra idea es querer un crecimiento infinito en un planeta finito. Pero también es cierto, y yo siempre lo remarco, que casi todos los procesos de colapso son reversibles. No es verdad que no se pueda hacer nada para pararlo.

El precio del petróleo está en cifras récord. Usted ha llegado a decir que, con estos precios del petróleo, estamos “al límite de resistencia de la economía mundial”.

El petróleo representa una tercera parte de toda la energía que consumimos. En el caso del transporte, es más del 95% de la energía. Y, en concreto, el diésel es la sangre de nuestro sistema globalizado. Además, el petróleo también es clave para derivados como plásticos, químicos y reactivos básicos para la industria. Por lo tanto, el petróleo es fundamental para la economía actual. Si sube demasiado de precio y esto dura demasiadas semanas, entraremos en recesión. El Estado español ya está al límite de resistencia, y es muy probable que de aquí a poco entremos en recesión. El único que nos podría salvar es la inyección económica monstruo de la Unión Europea a través de los fondos Next Generation, y esto inyectará de golpe, como si fueran esteroides, una mayor resistencia económica para España.

¿Por qué está subiendo el precio de la gasolina? ¿Es por culpa de la guerra en Ucrania y de las sanciones en Rusia?

¡No! Hace semanas que estaba subiendo. Los países de la OPEP se están quedando sin capacidad de producción ociosa de petróleo, es decir, no se pueden guardar producción para ponerla en el mercado más tarde y así controlar los precios. La producción de petróleo caerá entre un 20% y un 50% de aquí a 2025. Desde el año 2014, las empresas petroleras están reduciendo su investigación de nuevos yacimientos.

¿Y por qué?

Porque saben que perderían dinero. El que queda no es rentable. Lo que está pasando ahora se explica porque en el periodo de 2011 a 2014 las petroleras no subieron más los precios, a pesar de que estaban perdiendo mucho dinero, porque la economía no lo habría resistido, y perdieron dinero a puñados. Un informe del Departamento de Energía de los Estados Unidos, publicado en 2014, mostraba cómo las 127 empresas de petróleo y de gas más grandes del mundo estaban perdiendo dinero al ritmo de 100.000 millones de dólares anuales. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía había avisado hace años de que los precios del petróleo subirían en el periodo que iba de 2020 a 2025. Los economistas clásicos dicen que, si las petroleras ganan dinero ahora… volverán a hacer inversiones para prospecciones de nuevos yacimientos, y que todo volverá a la normalidad, pero las petroleras ya han dicho que no buscarán más e, incluso, dicen que lo hacen para luchar contra el cambio climático. Aun así, yo intuyo que los gobiernos occidentales intentarán intervenir para tapar el agujero.

¿Y el precio del gas seguirá subiendo también? Rusia y Argelia no abren el grifo tanto como lo abrían antes…

El gas todavía puede resistir unos cuántos años más que el petróleo o que el uranio. Según la Agencia Internacional de la Energía, la producción de gas a escala mundial podría tocar techo en torno a 2025. Pero el problema que tiene el gas es que tiene un transporte difícil y caro, y la mejor manera de importarlo es por gasoducto. Transportar gas en barcos significa llevar el gas hasta una planta de licuefacción, mantenerlo a 160 grados bajo cero en un barco metanero con un coste energético muy alto, llegar hasta un puerto en Europa que tenga una planta regasificadora… y esto, por lo tanto, tiene unos costes económicos grandes y, además, generaría cuellos de botella en situaciones de tensión. Por lo tanto, la mejor opción para Europa es el transporte por tierra, y por tierra solo hay dos opciones: Argelia y Rusia. El problema es que la producción de gas de Rusia y de Argelia está estancada desde hace ya 20 años. Y, además, cada vez necesitan más consumo para ellos mismos, puesto que son países, sobre todo Argelia, jóvenes y en crecimiento.

Y, ya por último, el precio de la luz. ¿Por qué está en cifras tan altas?

Aquí tenemos dos problemas. El primer problema, el sistema marginalista para fijar los precios, que viene impuesto por una directiva europea. Esto funciona básicamente así: pagamos el precio de kilovatio por hora al precio que cueste la energía más cara que entre a la subasta. Y el segundo problema: como el gas ahora mismo en Europa da la energía más cara por los problemas de escasez, pagamos toda la energía eléctrica al precio de la del gas. Este problema, pues, a corto plazo tendría una solución fácil: simplemente, hay que cambiar la normativa de la subasta de energía, aunque las eléctricas protesten.

La alternativa serían las energías renovables, como la hidroeléctrica o la solar, teóricamente más baratas y ecológicas. Pero, en un artículo en su blog, muestra su crítica a la apuesta por las renovables. El título es controvertido: El fin de la energía renovable barata.

El problema que tenemos es que los sistemas de generación de energías renovables eléctricas se basan en la disponibilidad de ciertos materiales que se extraen, se producen y se transportan con combustibles de origen fósil. Por lo tanto, la crisis de combustibles fósiles está provocando a la vez una crisis de materiales, y lo que pasa es que las renovables necesitan muchos materiales. ¿Y qué está pasando? Que las materias primas se están encareciendo: el precio del silicio se ha multiplicado por cuatro, pero también se están encareciendo el litio de las baterías o el silicio para las placas solares. Pero es que incluso el cemento o el acero que se usan para construir aerogeneradores también tienen precios exorbitantes. Hay grandes empresas eólicas que están perdiendo dinero ahora… y firmas como LG han abandonado el mercado de las placas solares. Hoy por hoy, nadie ha conseguido cerrar el ciclo de producción de renovables, que va desde la extracción de materiales hasta la fabricación y el mantenimiento de instalaciones, solo con energías renovables. Para hacer cemento, se está usando gas natural. Para hacer acero, se está usando carbón. Este es uno de los grandes problemas que vendrán: conseguir hacer viable el modelo de transición basado en la energía renovable eléctrica.

Pero hay defensores de las renovables que aseguran que en un futuro se encontrarán nuevos materiales para mejorar la eficiencia y para generar más energía. De hecho, en los últimos 10 años han crecido las reservas de algunos de estos minerales como el litio.

Sí, lo dicen, y es cierto que se está investigando hacer baterías de sodio o de calcio. Desconocemos el futuro. Pero el argumento que hay o habrá nuevas reservas para los materiales que se agoten es un mal argumento. Los defensores de la energía nuclear también dicen que hay una cantidad inmensa de uranio en el mar. Es cierto, sí, ¿pero cómo lo extraes? Y también hay litio en el espacio, fuera de la Tierra. Pero la cuestión es cómo lo extraes y a qué velocidad.

Repasemos algunos productos básicos que no aparecen demasiado cuando hablamos de geopolítica, pero que tienen mucho más que ver de lo que podríamos pensar. Empecemos por la alimentación. ¿Qué está pasando aquí?

Suben los precios de los alimentos. ¿Por qué? Pues, primero, por el encarecimiento de la energía, puesto que la agricultura industrial requiere mucho de combustible fósil, sobre todo diésel, para toda la maquinaria y para el transporte. Pero, además, ahora sube de forma salvaje el precio de los fertilizantes, sobre todo los nitrogenados, porque buena parte de ellos se hacen a través de gas natural y, además, las plantas productoras estaban limitando la producción. Y, además, no olvidemos que China ha reducido en un 90% sus exportaciones de fertilizantes nitrogenados, y Rusia, el 1 de febrero, antes de la guerra, impuso un embargo de las importaciones de fertilizantes. Y, ya para acabarlo de arreglar, faltan potasas. ¿Y sabéis cuáles son los principales productores de potasas del mundo? Pues Rusia y Bielorrusia. Por todo ello, los trabajos del campo se están volviendo carísimos.

Y aquí, ¿la ciudadanía lo notará a la hora de comprar alimentos básicos?

¡Por supuesto! En España notaremos un encarecimiento de alimentos ya este mismo año. Los alimentos básicos pueden multiplicar su precio por dos o por tres. Lo notarán más algunos países dependientes de la importación de cereales, como todo el norte de África y el Oriente Próximo, donde la situación puede ser terrorífica. Vamos hacia una crisis humanitaria de grandes dimensiones. Pero, además, ahora lo notaremos todavía más por culpa de la invasión de Ucrania, que era el granero de Europa, un gran productor agrícola. España importaba de Ucrania un 30% del trigo, un 23% del maíz y más del 80% del aceite de girasol. Por lo tanto, de aquí a un mes, si la situación continúa igual, nos encontraremos unos problemas enormes en España.

Otro ejemplo completamente diferente, pero que también está afectando al hecho de que lleguen muchos productos a las tiendas: ¡falta magnesio en Europa!

La mayoría del magnesio proviene de China. La producción de magnesio necesita consumir mucha energía. Y China tiene una crisis energética muy grave ahora mismo. ¿Por qué? Porque la crisis del carbón, que es importante para China o India, está provocando muchos problemas energéticos allá y, de hecho, está provocando apagones eléctricos. Entonces, los chinos están yendo a un proceso bestial y rápido de transición hacia las renovables, y para hacerlo necesitan un montón de materiales. Se están guardando el magnesio para producir aluminio y hacer el proceso hacia las renovables, y van cerrando el grifo de la importación hacia Europa.

De acuerdo, ¿pero qué es lo que no puedes fabricar si no tienes aluminio? ¿Por qué nos tendríamos que preocupar?

Las ventanas de tu casa seguramente son de aluminio. Hay partes de los coches, de las motos o de las bicicletas que son de aluminio. Los cables de las torres de alta tensión son de aluminio, porque sería muy caro hacerlos todos de cobre. El fuselaje de los aviones está hecho de aluminio. Cualquier estructura metálica que veas por la calle contiene, en parte, aluminio. El aluminio tiene una capacidad de resistencia y ligereza que son capitales para fabricar muchas cosas hoy en día.

Hablemos de otro material: el vidrio. Este invierno han aparecido varias noticias en los medios que explican la escasez de vidrio para poder embotellar el vino, el cava y otros licores. ¿Cómo se explica que falte vidrio si es un material reutilizable?

El vidrio también está relacionado directamente con el gas y, en general, con la crisis energética. Todos los procesos industriales que requieren calor industrial necesitan grandes consumos de gas. Es cierto que el vidrio se recicla, pero el problema es que producimos mucho más del que reciclamos. La demanda es muy alta y creciente. Y no llegamos solo con el reciclaje. Habrá que reciclar mucho más, pero, atención, para reciclar el vidrio, hay que fundirlo de nuevo, y, por lo tanto, necesitará consumir más gas.

Y el último ejemplo de cosas que están subiendo de precio: el papel.

El papel es un caso diferente. Aquí se juntan muchos factores que están provocando una subida de precio. La causa principal es el encarecimiento del transporte; entre otras cosas, porque tanto los bosques como las grandes plantas de celulosa están lejos y, por lo tanto, tienen unos costes importantes en transporte. Pero, a la vez, hay problemas con los productos químicos que se usan en el proceso de la elaboración del papel, como el cloro, que, de hecho, también requieren el uso del gas.

A ver, para acabar, debo decirle que los críticos con Antonio Turiel le tildan de catastrofista, de ver solo los problemas que tiene la transición a las renovables y de no aportar nunca soluciones como las que buscan constantemente los científicos y la industria. ¿No hay ninguna alternativa?

Sí, sí. Lo que yo denuncio es que no podemos mantenerlo todo igual como hasta ahora simplemente sustituyendo el petróleo por equis. Lo que están haciendo los gobiernos y la industria es intentar cambiar la fuente de energía, y mantener nuestro nivel de consumo. Yo, y mucha otra gente, proponemos un cambio más radical. Hay estudios científicos que demuestran que podríamos tener un nivel de vida similar al actual y más equitativo en todo el planeta consumiendo el equivalente a la décima parte de la energía que consumimos hoy en Occidente. ¡Tendríamos que ser conscientes de que, la mayor parte de la energía que producimos, la derrochamos! Pero esto implica cambiar el modelo de consumo.

Pero ¿cómo? ¿Cómo se puede reducir el consumo de energía y mantener el nivel de vida?

Atención: yo digo mantener el nivel de vida, no el estilo de vida. El nivel de vida bueno viene determinado por las cosas que nos dan bienestar. Por ejemplo, seguramente no tendríamos un coche para cada familia; seguramente no tendríamos una lavadora para cada piso, sino que compartiríamos lavadora con todo el bloque de pisos. Este tipo de cambios no harían bajar nuestro nivel de vida. Las maneras de consumir tienen que ser diferentes. No podemos seguir con un consumo desechable, de derroche, de consumismo sin sentido, de obsolescencia programada de la mayoría de los productos. Hay muchos sectores tecnológicos en los cuales ya tenemos los conocimientos técnicos para hacer enseres prácticamente indestructibles. Ya se podría hacer un ordenador prácticamente eterno; se pueden hacer bombillas casi eternas. Pero no se hace, evidentemente, porque el incentivo es para consumir más. Hay mucha gente que se pone de mala hostia con quienes decimos esto, porque este cambio de modelo de vida atenta contra el principio sacrosanto del crecimiento.

¿Pero nos quedaremos realmente sin energía? No ves ninguna opción realmente para un futuro energético basado en las renovables…

La clave es no obsesionarse por tener energía renovable eléctrica, a pesar de que es muy útil en algunos sectores, sino también aprovechar la energía renovable no eléctrica, es decir, la solar para producir calor, la energía mecánica del viento y de los ríos para las fábricas, usar biomasa de forma moderada para producir plásticos o papel… Y, por último, relocalizar la economía. Pero este cambio implica acompasarse con los ritmos de la naturaleza y no tener una producción infinitamente creciente. ¡El problema es que no podemos ni empezar este debate! Porque esto implicaría unos cambios tan radicales en nuestro sistema económico que hoy en día son impensables.