Xavier Pastor (El País, 12/mayo/2021)

Me parece increíble que hace unos días en Barcelona haya habido una manifestación contra las energías renovables. A quienes hace medio siglo soñábamos con la utopía de un mundo sin combustibles fósiles y sin nucleares, nos causa perplejidad el comprobar que, cuando estamos en el camino hacia conseguirlo por puras razones de supervivencia, sean algunos de nuestros colegas, y no los señores del carbón, el petróleo y el átomo, los que estén obstaculizando los avances. ¿Qué está pasando? ¿Mucho Fridays for Future pero no nos creemos de verdad que estamos ante una emergencia climática? ¿No nos damos cuenta de que nuestro medio ambiente, nuestra salud y nuestra economía están bajo una amenaza existencial y de que las energías renovables son nuestra salvación?

Para mí es evidente, y en realidad es una muy buena noticia, que España necesita aumentar drásticamente su despliegue de renovables hasta 2030, y luego aún más para que lleguemos a ser neutrales en emisiones en 2050. La evidencia científica del clima es clara: cada porcentaje de calentamiento cuenta, las pequeñas reducciones marcan la diferencia sobre si nuestras ciudades costeras se inundan o no, en la intensidad y frecuencia de fenómenos climáticos catastróficos, de nuevas guerras y migraciones, y en la supervivencia o desaparición de especies y ecosistemas enteros. Espero que la mayoría de la gente ya haya entendido la situación en la que nos encontramos. En términos más inmediatos, no podemos permitirnos económicamente no abordar el cambio climático lo antes posible. La aseguradora internacional Swiss Re acaba de publicar un estudio en el que se concluye que no actuar no es una opción, ya que de lo contrario el PIB de España disminuirá entre un 7% y un 9,7%, un recorte que se limitaría a la mitad o más si se reducen las emisiones. El estudio concluye que los costes económicos aumentarán exponencialmente a partir de 2030, y tenemos menos de una década para evitarlo.

Por supuesto, muchas de las personas que luchan contra las renovables entienden esto, y solo quieren que el sistema de planificación sea mejor y más justo, para garantizar la protección de los lugares de gran biodiversidad e interés cultural. Comparto completamente esta aspiración. Sin embargo, algunos de los métodos utilizados por los grupos antirrenovables me parecen poco responsables. Los llamamientos a una moratoria de renovables en Cataluña, o en Mallorca, donde vivo, me parece que muestran una falta de voluntad para afrontar la realidad. Todos queremos que la luz se encienda cuando pulsamos el interruptor y si no viene de las renovables, entonces viene de los combustibles fósiles, empeorando nuestra terrible crisis. El consumo de energía no se detiene si hay una moratoria. ¿Por qué se olvida de dónde viene el actual mix energético de España? Importamos más del 70% de nuestra energía. Es cara y sucia y tiene un impacto en el medio ambiente ajeno que no vemos. En cambio, somos ricos en sol y viento, y la revolución de las renovables mejorará nuestra posición medioambiental y geopolítica.

Algunos afirman que solo debemos poner renovables en zonas urbanas o industriales. Los paneles fotovoltaicos en los tejados, los aparcamientos, las cubiertas de instituciones, industrias e instalaciones deportivas son, por supuesto, imprescindibles. También lo son las instalaciones de autoproducción en los hogares y las empresas. Pero no serán suficientes. Es necesario desarrollar parques solares y eólicos a gran escala, y no han de suponer un daño duradero, sino instalaciones temporales que podrían ser sustituidas en décadas próximas a medida que la tecnología avance.

En lugar de rechazos en blanco, prefiero la actitud de grupos ecologistas como el GOB-Menorca (Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Naturalesa), que trabajó con el Consell insular y con los promotores para garantizar que un polémico parque fotovoltaico tuviera un impacto medioambiental mínimo y reversible, al tiempo que se aseguraba de que pudiera seguir adelante. Tenemos que comprometernos positivamente con las instituciones y los promotores y obligarles a mejorar sus planes. A las primeras, debemos exigirles planificación urgente, para que las ubicaciones de los proyectos no queden en manos de los promotores.

Un reciente y espectacular informe de la organización británica Carbon Tracker mostraba que con la tecnología actual ya se podría producir cien veces más electricidad a partir de la energía solar y eólica que la demanda mundial actual. El terreno necesario para que los paneles solares proporcionen toda la energía actual del mundo es el 0,3% de la superficie terrestre mundial. Eso es menos que el espacio que ocupa hoy en día la explotación de los combustibles fósiles, que solo en Estados Unidos representa el 1,3% del país. En Mallorca se necesita menos del 1% del territorio para proyectos de renovables que satisfagan nuestra actual demanda energética, que no debe incrementarse. En mi opinión, prestar temporalmente pequeños fragmentos de nuestra tierra y nuestro mar a la eólica y la solar durante las próximas décadas es una de las mejores cosas que podemos hacer para protegerlos de una amenaza mucho más grave y cuyos efectos ya se perciben claramente.

Xavier Pastor es fundador de Greenpeace España y de Oceana Europa.